martes, 21 de junio de 2011

La distancia y la cercanía.

La distancia es mágica y cautivadora. La distancia ha sido mi amante más ferviente y de quien he esperado el mayor desplante.

La distancia me enseña a retenerme, a encerrarme, a anhelar las cosas que tendría pero que no tengo.

La distancia enseña prudencia, respeto, sinceridad… pero también concientiza y aplaca la verdad.

Si no existiera la distancia seguramente seriamos seres más derrochadores y más facilistas, la distancia nos obliga a azotarnos, a mordernos la lengua y a guardar silencio.

También, la distancia muestra el brillo de lo que no existe acá, en la cercanía. La distancia se ríe de todos y nos hace responsables de lo que está ausente o de lo que existió por segunda opción.

La distancia es un asesino, uno invisible, que viene con su arma blanca para hacernos pensar que el dolor de ella misma es la ausencia de lo querido.

La distancia siempre me hace pensar gris y luego todo está amarillo y tranquilo. La distancia pone en mi pecho un sentimiento de escasa cercanía y de imponencia a la que me voy acostumbrando cada día.

La distancia me atonta y luego me aviva, recordándome la ilusión que paso de mi y matando el recuerdo con pequeños suspiros que ya no duelen tanto pues se acostumbraron a la estreches de mi pecho.

La distancia es inclemente y extrañamente sonriente.

¿Y la cercanía?

La cercanía es amena y dulce, la cercanía no ha conocido el dolor de la ausencia y sigue pavoneándose segura y decidida.

La cercanía pone un fuego en mi, de un dulce sabor verde, de un dulce sabor acido que le da más gusto a mi lengua.

La cercanía es tibia y veraz, es fuerte y reluciente, tiene estrella alrededor, tiene luz pero brillante, tiene un poquito de misterio, pero tiene también mucha confianza.

La cercanía es placentera y agradable, es del sabor del chocolate y la nutella. La cercanía es la ilusión que pasa por mí y se queda y me arrulla y me hace sonreír.

La cercanía es hermosa y no duele, la cercanía piensa en la posibilidad de ausencia y se acongoja un poco, pero ella es firme en su saber y no deja que esto le afecte. La cercanía vive cada día, cada luna y cada estrella.

La cercanía me regala el más tierno beso sin miedo a lo que no está, si no con certeza de lo que existe.

La cercanía no se burla, es tierna y complaciente.