viernes, 25 de enero de 2013

¡¡Lolita Fue Rescatada!!


Mientras iban pasando los días, me quejaba menos… veía la combinación del calor y mal sistema de transporte como una prueba para mi carne que potenciaría mi espíritu, comprendí la soledad.  Aprendí a caminar más, disfrutaba las mañanas que eran cálidas pero vivibles y algo confortables, las noches como en Cartagena muy ricas para salir sin saco y para disfrutar una que otra estrella.  Era primavera.  Para mí un eterno verano.

Los días pasaban… era Agosto, y ya tenía más sentido mi estadía en Monterrey. En esas noches tibias para caminar, se atravesó en nuestro camino un ser peludo, pequeño, de ojos redondetes llenos de miedo. Ella en ese momento un lindo ser perruno, sin nombre, estaba perdida, abandonada quizás,  y nos vio como sabiendo que no la íbamos a abandonar… no pude abandonarla, mi corazón se retorció lo más que pudo, mi mente y mis lágrimas igual, ya nos había capturado con su esencia… Ben tampoco cedió al abandono y poco a poco hicimos que nos siguiera dentro de la reja que divide la “colonia” entre la seguridad de adentro y el peligro inseguro de afuera.  Entramos y poco a poco fue siguiéndonos hasta que la entramos al garaje, ella entró temerosa pero una vez cerramos la puerta detrás de ella se sintió una inmensa alegría, el color amarillo invadía el lugar.

Necesitamos comida de perros, no tenemos nada que le podamos dar. Nuestro plan era sencillo, la dejaríamos en el patio para que nadie la viera ya que era el único lugar de la casa que casi nadie frecuentaba y luego íbamos a comprar su comida. Cerramos la reja del patio, tranquilos de que había quedado en un lugar seguro, salimos caminando a la tienda y ¡téngalas! que se había salido por la reja del patio y ahora estaba caminando detrás de nosotros. El plan había fracasado.

Días antes habíamos comprado una cuerda de naylon para colgar la ropa en el patio y me había sobrado más o menos un metro, como la imaginación y la ingeniería nos ayudo hicimos una correa casera con cuerda de naylon amarillo, viendo que no la lastimara pero que fuera segura al mismo tiempo. Salimos a comprar comida con Lolita y es que fue el primer nombre que se nos ocurrió, o a mí… Lolita.  En menos de una hora de haberla recogido de las calientes calles regiomontanas, ella ya tenía un nombre, un hogar al menos de paso e iba contenta a nuestro lado con la seguridad que cuidaríamos de ella.  Yo entré a la tienda, Ben espero afuera - porque no se aceptan perros-  compre un kilo de comida de marca Pedigree, volvimos a la casa, le pusimos su comida y agua en un recipiente, de los que me sobraba, en el que yo traía al trabajo mi almuerzo “comida, para los mexicanos”  y  dejamos a Lolita en el garaje donde no se podía salir, además estaba muy sucia para subirla a mi depa.  Era sábado.  Durante la noche bajé varias veces para ver si seguía ahí, ella se alegraba de vernos nuevamente y luego lloraba un poquito, quería estar con nosotros. Como no queríamos que se fuera, aunque la verdad no se le veía que quisiera irse, pusimos un letrero en la puerta de la entrada que les pedía a los otros inquilinos no dejarla salir. El letrero funcionó.

El domingo la llevamos a la veterinaria cercana a la casa para saber si ellos podían ayudarnos a buscar a sus dueños o darnos algún tipo de orientación en para este caso, también para que la bañaran y la dejaran bonita. Ese día ellos no tenían baño (sólo era de lunes a sábado) y tampoco su recepcionista sabía nada del tema, yo estaba un poco iracunda con ella porque no sabía nada, la verdad ni le importaba, y yo quería con fuerte necesidad alguna clase de ayuda, pensaba que ella tenía más experiencia y contactos y debía ayudarme, pero ella con su capul encima de las cejas, no sabía nada. Entonces, le pedí hablar con el veterinario, la recepcionista le contó al doctor,  él estaba ocupado con su fila de finos canes de raza con dueños emperifollados pero nos pidió que lo esperáramos. Lo esperamos y cuando pudo atendernos fue muy informal, creo que nuestros acentos extranjeros ayudaron, la vio de lejos, nos agradeció el hecho de que siendo extranjeros ayudamos a esta perrita, nos aconsejo meterla en un programa de adopciones en una de las fundaciones más reconocida en Monterrey, Fundación Luca y por último nos cambió la correa de naylon amarillo que le habíamos fabricado por una un poco más decente.

Nos fuimos a la casa contentos de que a alguien más le había importado este ser peludo y que este veterinario tenía un buen corazón.


jueves, 3 de enero de 2013

Para escribir me gusta tener las uñas corticas.

Sentimientos encontrados que se sienten en el pecho, la sensación de que todo debería estar mejor o más perfecto (si es que más perfecto no es una imposibilidad) pero los sentimientos se vuelven una bola que aprisiona el pecho y dificulta que la mente piense. Tal vez estaba buscando acción, emoción, una lágrima, el fervor, un grito, una desilusión, un miedo , una reacción, una excusa, pero... no encontré eso. Encontré entendimiento y paciencia, encontré amor y solidaridad, encontré amistad y no sé si sabiduría pero encontré una paz tranquila y ligera que me veía con tierna devoción, luego sentí que sí, que era perfecto y yo sólo una triste loca demente que arremetía por la calles de Guanajuato sintiendo su acogedora realidad. Perdiéndome entre sus rincones coloridos, corriendo entre sus cervezas micheladas de la forma en que sólo México puede prepararlas, por que su color rojizo y su burbujeante personalidad es más que limón con sal. Es tomate, son almejas, es salsa inglesa. Simplemente yo estaba embrutecida por encontrar algo, un delfín, un guiño, una sonrisa, algo que dijera que la pesadez con la que estaba viviendo por las últimas 15021354.5478,245 horas eran ciertas y no sólo alteraciones de mi subconsciente regio, explosivo, bombardean-te. Ahora me voy, el estomago le pide una ensalada.