miércoles, 22 de enero de 2020

Ofrendas de despedidas: El libro.

Salir de Monterrey no fue fácil, cada persona que conocí hizo que mi experiencia valiera más la pena, cada conversación le dio un poquito y más de sentido a mi estadía en esta calurosa ciudad. Fue muy bonito sentir como por medio de una despedida los sentimientos se entrelazan en el pecho haciendo que el corazón se arrugue un poquitico más.
El primer obsequio de despedida que recibí fue un libro, un libro muy añorado por las recomendaciones que me habían dado de él,  pero que por falta de tiempo y de tiiiempo no había podido comprarlo... así que, como decimos en mi tierra: "me cayó como anillo al dedo". 
El escenario: La oficina de mi jefe. El donador: el jefe de mi jefe. Suena muy jerárquico pero la verdad no es así.
Estábamos en medio de una de las muchas "juntitas" o juntas pequeñas con mi Jefe (Verónica) cuando llegó su Jefe (Rodrigo, o Rod, como cariñosamente le dicen). 
Estaba sentada en frente al escritorio de Vero, cuando Rod se sentó junto a mi, hablamos de algo, del hecho de que ya me iba a ir, le preguntó a Verónica mi desempeño en mi trabajo, ella respondió: ahh... más o menos con un poco de desencanto, estaban molestando,  hubo risas y  de repente escuchó la siguiente frase proveniente de Rodrigo:
-Cierra los ojos y estira la mano.
Mi  sentido de conservación me hizo acordarme de mi infancia cuando entre niñas malvadas o chistes inocentes decíamos:  cierra los ojos y abre la boca... por lo general me daban algo picante o alguna cosa fea, bueno yo también la dí.
-Respondí: ¿Qué?
-Que cierres los ojos y estires la mano.
-¿Para qué?
-Sólo hazlo. 
Con un poco de temor hice lo que me dijo, tenía claro que no era el mismo escenario de cuando era una niña , pero vale la pena mencionar, que siendo un poco más grande,  mi mamá me jugó la misma broma , ella no me pidió que cerrará los ojos, sólo que pusiera la mano que se había encontrado un dije y quería mostrármelo (entiéndase por dije: joya, alhaja colgante que se lleva como adorno colgando de una cadena o de una pulsera.). Vaya sorpresa cuando pone un insecto, no recuerdo bien si un cucarrón o algún gusano en mi  mano... mi  reacción: gritar despavorida con el animal aún en la mano y sin dejarlo caer.
Mientras confiaba en la buena fe de Rodrigo  y con Verónica como testigo, estiré la mano mientras esperaba que no fuera otro dije. 
Rodrigo puso algo en mi mano, ligeramente pesado.
Abrí los ojos y era un libro, el libro que me habían recomendado ya varias personas y que tenía ese toque mexicano para poder saborearse. ¡Un libro!
Mi emoción era mayor cuando en ese momento lo vi, lo abrí, lo palpé, lo escaneé, traté de empezar a leerlo.  Rodrigo empezó a escribir una dedicatoria y pensé: la leo en mi casa, pero no pude, la leí en ese instante y con alegría y mucho agradecimiento se me hizo un nudo en mi garganta, se me aguaron los ojos  y me empezó la nostalgia en ese momento cuando sentí que mi tiempo en esta oficina y en Monterrey se estaba desvaneciendo. 
-No hagas lo que dice el libro, agregó Rodrigo. 
-¿Por qué, qué dice el libro? Respondí.
-Habla del Peyote y otras cosas.
-¿Qué es el Peyote?
-Lee el libro, pero no hagas lo que dice el libro. 



Las enseñanzas de Don Juan - una forma Yaqui de conocimiento. Autor Carlos Castañeda. Prólogo de Octavio Paz. Fondo de Cultura Económica. 

19 de Febrero del 2013

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